Fresa silvestre: un habitante del huerto familiar.

La naturaleza proporciona absolutamente todo para la estancia feliz y saludable del hombre en la tierra. Muchas plantas no solo dan belleza y oxígeno a todos los seres vivos de este planeta, sino también el sabor insuperable de sus frutos y sus propiedades curativas, que ayudan a afrontar muchas dolencias y enfermedades.
Una de esas plantas es la fresa silvestre. De apariencia delicada y frágil, no siempre perceptible ni llamativa con sus flores blancas como la nieve, fragante con frutos regordetes, es una panacea completa para muchas enfermedades. Desde la antigüedad, las fresas silvestres han sido valoradas por sus propiedades farmacológicas. No sólo tiene efectos antiinflamatorios, diaforéticos, cicatrizantes y diuréticos, sino también efectos astringentes, hemostáticos e incluso mejoradores de la sangre. Las frutas de fresa también son valiosas para quienes padecen presión arterial alta, porque sus sustancias biológicamente activas ralentizan el ritmo de las contracciones del corazón y aumentan su amplitud. Las fresas silvestres también tienen una serie de propiedades beneficiosas que todos pueden experimentar por sí mismos.
En la medicina popular se utilizan frutos, raíces, tallos, hojas e incluso flores de fresa.
Puedes cultivar fresas silvestres en tus propias parcelas, pero es necesario cuidar muy bien la zona donde vive, porque debe ser lo más parecida posible a su entorno natural.
Las fresas se cultivan en casa con plántulas, que se plantan a una distancia de 30 cm entre sí en un suelo libre de malezas y se fertilizan con compost. Durante el crecimiento de las fresas, la planta produce "bigotes" que deben recortarse para que todas las sustancias valiosas se acumulen en los frutos de la planta.
El próximo año después de la siembra, es necesario agregar ceniza al suelo, y durante la maduración de los frutos es muy importante regar las fresas con agua tibia y desmalezarlas de manera oportuna.